viernes, 5 de febrero de 2010

Trabajo: "Efectos de la Globalización en España"

1.- Globalización: ¿De qué hablamos?

Las normas que rigen la “opción excepcional”, es decir aquella en la que la evaluación del curso se realiza por exámenes y trabajos, demandan como requisito sine qua non para aprobar la asignatura la realización de un “trabajo sobre globalización con indicación de fuentes de donde ha sido trabajado”. Realmente se trata de una temática tan amplia que me fue difícil concretar cuál de las muchas materias que incluye me resultaba más atractiva, en palabras del profesor, cuál me enamoraba tanto como para trabajar en ella.

Para superar este problema de concreción creí que lo más sensato sería comenzar a aproximarme al tema de forma preliminar. La cuestión a resolver era ¿qué es la globalización?, lo que dicho en un lenguaje más propio de la metodología de la investigación social viene a traducirse en que era necesario operacionalizar el concepto globalización. Este proceso definitorio servirá, al mismo tiempo como delimitación del marco teórico en el que nos moveremos y será el primer paso en la construcción de un armazón teórico propio.

Cuando hablamos de globalización nos referimos a la interacción a nivel mundial de los factores de producción, de su movilidad creciente gracias a la ruptura de barreras entre mercados y de las posibilidades de aprovechamiento de las ventajas comparativas propias de cada país que ello representa. Esta sería una definición acorde con las de autores como Galtung o Hall. Otros autores como Giddens señalan que no se trata de un proceso únicamente económico, sino también tecnológico, cultural, social y político. Pese a que Giddens no es ningún marxista, su planteamiento es acorde con la idea de que los cambios en la estructura económica alteran a su vez la superestructura social y cultural.

Ahora tenemos una idea acerca de lo que es la globalización, pero aun nos faltan datos por saber. En primer lugar hay que analizar como se llega hasta ella, como se abandona el mundo un sistema de mercados nacionales parcial o totalmente cerrados para lanzarse en busca del mercado mundial único. En mi opinión existen dos factores determinantes: el triunfo del neoliberalismo y el desarrollo tecnológico de las últimas décadas.

El triunfo del neoliberalismo: La corriente política y económica imperante en las democracias capitalistas había sido desde 1929 el keynesianismo, cuyo planteamiento básico era la corrección por parte del Estado de los efectos negativos causados por el mercado. La II Guerra Mundial y las necesidades de producción que de ella se derivaron supusieron el asentamiento definitivo del Estado intervencionista en lo económico, el surgimiento de grandes compañías estatales y la construcción de potentes Estados del Bienestar. Sin embargo, a partir de la crisis petrolera de 1973 la tendencia se invirtió. Los Estados keynesianos no resistieron bien ese embate y desde el mundo académico se empezaron a reclamar reformas liberalizadoras inspiradas por autores como von Hayek o Milton Friedman: adelgazamiento de las estructuras estatales, desregulación de mercados, desaparición de aranceles, bajada de impuestos sobre el capital, privatización de monopolios estatales…En resumen, más mercado y menos Estado. En la década de los 80 alcanzan el poder en los principales países del bloque occidental opciones políticas afines a este pensamiento: Thatcher en Gran Bretaña (1979), Reagan en EE.UU. (1981) o Kohl en Alemania Occidental (1982). La tendencia neoliberal se extenderá en los años siguientes al resto de los países, primero del bloque occidental y, tras la caída del muro de Berlín y la desintegración del bloque soviético (consideradas por muchos el verdadero inicio de la actual globalización), de todo el mundo. En esta rápida extensión han tenido un papel crucial organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o la Organización Mundial del Comercio (OMC) que, a menudo, han prestado ayuda en forma de préstamos o subsidios a países pobres a cambio de que éstos se comprometieran a realizar reformas económicas de corte neoliberal.

Así pues la nueva hegemonía política neoliberal ha eliminado todos los obstáculos que podía encontrar el capital en su búsqueda de las condiciones más ventajosas a lo largo y ancho del mundo. Sin embargo se requería algo más para llevar esto a cabo. Se requería un desarrollo tecnológico que permitiera mover realmente capitales, mercancías e información por todo el mundo de forma rápida y económica. El problema del transporte físico comenzó a solucionarse a finales del siglo XIX y principios del XX, aunque la II Guerra Mundial sirvió para empujar el desarrollo de los medios de transporte un poco más allá. Desde mediados del siglo pasado se dispone de la tecnología necesaria para el transporte de grandes cantidades de mercancías tanto por mar (desarrollo de la navegación comercial a gran escala, cargueros, petroleros, etc.) como por tierra (ferrocarriles de mercancías y transporte por carretera). Asimismo el transporte aéreo permite desplazamientos a grandes distancias de personas o de mercancías de pequeño y medio tamaño en tiempos comparativamente muy reducidos-

La gran innovación la suponen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Bajo ese término se engloban desde los medios de comunicación tradicionales sometidos a continua innovación (telefonía móvil o por satélite, vídeo llamadas…) hasta el amplísimo abanico de posibilidades abierto con Internet a finales del siglo XX. Son estas tecnologías las que permiten coordinar la producción en varios países, enviar instrucciones de forma inmediata de un lado al otro del mundo, recibir todo tipo de información y noticias de manera instantánea…Sin ellas la globalización no sería posible.

Finalmente hay que preguntarse cuales son los efectos de la globalización, pero en este caso ya no podemos ser meramente descriptivos, sino que por fuerza debemos ser valorativos. Aquellos que valoran de manera positiva el proceso globalizador hablan de que, al derrumbar las barreras de los mercados nacionales y crear un mercado mundial, se ha producido un incremento muy significativo de la actividad económica (producción, comercio, etc.), lo que se ha traducido en un crecimiento económico generalizado (o casi). Otra consecuencia del proceso de apertura y de reducción del Estado ha sido la aparición de nuevos actores como las empresas transnacionales. Además señalan que la existencia de un mercado mundial forzosamente lleva a la convergencia en diversos valores dentro de él. Así pues estaríamos ante la progresiva igualación de tipos de interés, precios y, lo que es más importante, renta a lo largo del mundo. Esta convergencia mundial, traducida como reducción de la pobreza, es argumentada por autores como Sala i Martín.

Los opositores al proceso de globalización centran su crítica en la cesión de funciones del Estado al mercado. En su opinión los mercados no fomentan la igualdad, pues en ellos no todos somos iguales. En ellos tiene más valor el que tiene más dinero, el que ofrece una mayor rentabilidad. Así, abandonar grandes áreas de la sociedad a la única regulación de la oferta y la demanda supone la generación de desigualdades, no su eliminación. Lo mismo se podría decir de la eliminación del Estado del Bienestar o de la reducción de los impuestos directos con su capacidad redistributiva. Finalmente, a nivel internacional supone la perpetuación del dominio de los países ricos sobre los países pobres, llegándose a hablar incluso de neocolonialismo o neoimperialismo.

2.- Concreción del objeto de estudio

Como ya hemos visto, existe mucho debate acerca de cuales son los efectos reales del proceso globalizador y sobre si estos son positivos o negativos. Sin embargo parece aceptado por ambas partes que uno de los pasos necesarios para adaptarse al nuevo mundo globalizado y a la hegemonía neoliberal consiste en recortar el gasto público, desmontar el Estado del Bienestar en la medida de lo posible y amortiguar el efecto redistribuidor del Estado primando los impuestos indirectos sobre los directos. La eliminación de estos sistemas tendentes a eliminar desigualdades, en principio y según los autores pro-globalización, deberían fomentar el crecimiento económico del país transformándolo en un destino más atractivo para la inversión de capitales extranjeros (bajos impuestos, bajos costes sociales, mano de obra barata), al tiempo que convirtiendo a sus empresas en más competitivas (nuevos mercados disponibles con liquidación de monopolios estatales: agua, luz, hidrocarburos…). Ese mismo crecimiento económico, del que supuestamente todo el país participaría, debería paliar el surgimiento de desigualdades antes amortiguadas por los sistemas eliminados.

Tomando como caso de estudio España, vamos a observar si en los años de crecimiento económico e imposición del modelo neoliberal globalizador han supuesto un aumento o un descenso de las desigualdades. Para ello vamos a comprobar la evolución del PIB, del gasto social, el salario medio y el índice de Gini en España en los últimos años. Según los teóricos pro-globalizadores, todos menos el gasto social deberían haber evolucionado a la par. Según los anti-globalizadores, el crecimiento del PIB no habría repercutido ni en el salario medio ni en la distribución de la renta.

3.- Comparación de los datos

Crecimiento del PIB

Los datos que a continuación se detallan se han obtenido de la página web del Instituto Nacional de Estadística. Aunque el período de estudio bien podría abarcar más años, llegando incluso hasta el momento en que se inicia la presente crisis, se utilizaran los datos del período 1995 – 2004, por motivos analíticos. Estos datos están calculados con base contable de 1995, mientras que los de años anteriores y siguientes están calculados con distinta base. Comparar PIB’s con distinta base provocaría desajustes que se traducirían en crecimientos no correspondientes con la realidad. Comenzaremos por exponer el PIB a precios constantes de 1995, en millones de euros.

1995 1996 1997 1998 1999
437.787 448.457 466.513 486.785 507.346

2000 2001 2002 2003 2004
529.691 544.496 556.651 570.556 585.877

Por tanto el crecimiento interanual del PIB sería:

1995-96 1996-97 1997-98 1998-99 1999-00
2.44% 4.02% 4.34% 4.22% 4.40%
2000-01 2001-02 2002-03 2003-04
2.79% 2.23% 2.50% 2.68%

Nos encontramos, tal y como preveíamos en años de crecimiento de la economía, siendo el período de 1996 – 2000 el más fructífero, aunque los demás años hallamos crecimientos nada desdeñables, siempre superiores al 2%. Se hace necesario decir que el período coincide casi íntegramente con el gobierno del Partido Popular, que implementó numerosas medidas de ajuste económico acordes al paradigma neoliberal.

Gasto Social

Según la OCDE, los datos de gasto social para España desde 1980 expresados como porcentaje del PIB son:

1980 1985 1990 1995 2000
15.5% 17.8% 19.9% 21.4% 20.3%
2001 2002 2003 2004 2005
20.0% 20.4% 21.0% 21.2% 21.2%

En principio podría parecer que no se cumple lo predicho y que no se produce el recorte de gasto social esperado. Sin embargo hay que tener en cuenta el contexto peculiar de España. Tal y como señala Vicenç Navarro, España sale de la Dictadura con un subdesarrollo social considerable. Es en los primeros años de la democracia cuando se comienza a construir el Estado del Bienestar y a ello se debe el aumento del gasto observado en el período 1980-1995. A partir de ese año y sin que aún se haya subsanado la brecha que separa el Estado de Bienestar español de los existentes en los países de su entorno, las cifras de gasto social se mantienen estables. Ello quiere decir que esa brecha no se ha subsanado y que, más aun, se ha seguido incrementando. Si nos fijamos en los porcentajes del PIB dedicados a gasto público en otros países de la UE en el año 2005 (Austria 27.2%, Francia 29.2%, Alemania 27.6%, Italia 25.0% o Suecia 29.4%) la anterior afirmación queda confirmada. La construcción de un sistema social en España se ha detenido antes de alcanzar las cotas propias de los países de su entorno.

Salario medio

Según el Eurostat, la evolución del salario medio anual en España, expresado en euros, ha sido la siguiente:

1997 1998 1999 2000 2001
16192.0 16528.0 17038.0 17432.0 17768.2
2002 2003 2004 2005 2006
18462.3 19220.0 19827.8 20438.8
21150.2

De esta manera el aumento anual del salario medio ha sido el siguiente:

1997-98 1998-99 1999-00 2000-01 2001-02
2,03% 2,99% 2,26% 1,89% 3,76%
2002-03 2003-04 2004-05 2005-06
3,94% 3,06% 2,98% 3,36%

Hay que tener también en cuenta que la variación del índice de precios al consumo (IPC), según datos del INE, en esos años fue la siguiente:

1997-98 1998-99 1999-00 2000-01 2001-02
1,8% 2,3% 3,4% 3,6% 3,5%
2002-03 2003-04 2004-05 2005-06
3,0% 3,0% 3,4% 3,5%

Como se puede apreciar, los salarios crecieron de manera muy similar al aumento de los precios (cuando no de forma manifiestamente inferior, como en los períodos 99-00 y 00-01, presumiblemente a causa de la implantación del euro y del subsiguiente redondeo al alza de los precios). No se puede hablar, por tanto, de aumento del poder adquisitivo de los destinatarios de estos salarios.

La situación empeora si comparamos estos datos con los salarios medios de nuestro entorno. No he podido encontrar en las fuentes estadísticas habituales una comparativa de los salarios medios europeos en PPA (paridad de poder adquisitivo). Lo más parecido a ello que puedo presentar es un estudio realizado por un particular (el titular de un blog, blogoempresa.com, sobre economía) a partir de datos recogidos por el FMI, el BM y el Eurostat para el año 2005. Los resultados son los siguientes:

Salario medio anual PPA Euros/año Salario medio anual PPA Euros/año
Luxemburgo 39.915 Suecia 27.753
Alemania 36.378 Irlanda 25.245
Gran Bretaña 35.987 Francia 25.067
Dinamarca 34.396 Italia 23.308
Bélgica
33.928 España 20.672
Holanda 33.269 Portugal 18.221
Austria
33.202 Grecia 17.047
Noruega 28.904 Polonia 10.845

El dato español no es bueno. Al igual que en el apartado de gasto social encontramos que existe una brecha considerable entre nosotros y la mayoría de países de nuestro entorno. Esta brecha no es algo novedoso, como ya hemos comentado, pero es evidente que el período de ajustes económicos que, supuestamente, habría llevado a España a una época de prosperidad económica, no ha servido para subsanarla.

Índice de Gini

Se trata de un índice que mide la desigualdad en los ingresos, de manera que el 0 representaría la distribución más equitativa y el 1 la más desigual. Se calcula como la razón del área que forman la curva de Lorenz y la recta de perfecta igualdad y la formada por dicha recta y el eje. La evolución del índice de Gini en España según el Eurostat ha sido la siguiente:

1997 1998 1999 2000 2001 2002
0.35 0.34 0.33 0.32 0.33 0.31
2003 2004 2005 2006 2007 2008
0.31 0.31 0.32 0.31 0.31 0.31

En este caso la explicación dada para las tendencias seguidas por el gasto público y los salarios medios vuelve a ser válida. La desigualdad del ingreso en España fue descendiendo paulatinamente hasta quedar estabilizada en torno al año 2002. Desde entonces permanece prácticamente inalterada. Sin embargo, es necesario hacer algunas precisiones. En primer lugar, el hecho de que no existan datos anteriores a 1997 afecta de forma negativa a la explicación. Sería lógico suponer que, si pudiéramos remontarnos un par de lustros más atrás encontraríamos índices mayores, pero ante la ausencia de datos esto queda como mera conjetura. En segundo lugar y a diferencia de los dos apartados anteriores, la cifra en la que el índice español ha quedado estabilizado es prácticamente igual a la media europea (0.30 para UE15, 0.31 para UE27), por lo cual no sería justo hablar de brecha en este caso. Es más preciso decir que, en lo que a desigualdad en el ingreso se refiere, España pertenece a la clase media. Supera a países como Grecia (0.33), Reino Unido (0.34) o Portugal y Rumanía (0.36), pero se queda lejos de los países más igualitarios: Suecia (0.24), Dinamarca, Noruega y Hungría (0.25) o Austria y Finlandia (0.26).

4.- Conclusiones

A la vista de todo lo anterior la conclusión es clara: El proceso de la globalización no ha conllevado un aumento sustancial de los salarios, ni una distribución sensiblemente más equitativa de los mismos para los españoles. A cambio si ha supuesto el freno de la construcción del tardío Estado del Bienestar, que ha permanecido en un estado de subdesarrollo con respecto a sus equivalentes europeos.

Pero además he llegado a otra conclusión de forma imprevista y prácticamente accidental. Durante la recogida de datos me topé con el índice KOF de Globalización, desarrollado por el Instituto Tecnológico Federal Suizo, de Zurich. Se trata de una medida del grado de globalización fundada en tres pilares: económico (que se mide a través de las importaciones, exportaciones, la inversión directa y las restricciones comerciales), político (que se manifiesta en datos como la pertenencia a organizaciones internacionales o el número de embajadas extranjeras en el país) y social (plasmada en aspectos como el tráfico electrónico, uso de Internet, importancia del sector turismo o número de Ikeas o McDonalds existentes). Mi sorpresa fue grande cuando constaté que muchos de los países que ocupaban las primeras posiciones (los tres primeros son Bélgica, Austria y Suecia. España ocupa el puesto decimocuarto) eran también algunos de los países con mayores datos de gasto social o con mayores salarios medios en PPA. Dos de ellos estaban también entre los países más igualitarios según el índice de Gini

Esto me llevó a cuestionar algunos de las afirmaciones de los teóricos neoliberales mencionadas en el primer epígrafe. Quizá si es posible competir en un mundo globalizado manteniendo altas tasas de protección social, garantizando a los ciudadanos un nivel de vida alto y asegurando una distribución de la riqueza menos desigual. Quizá adoptar el mercado como único ente regulador no nos lleve al desarrollo y a la opulencia, sino a la desigualdad más extrema. Quizá Chomsky esté equivocado y no sea necesario identificar globalización con dogma neoliberal. La experiencia de estos países merece un estudio en mayor profundidad del que podríamos obtener valiosas enseñanzas.

5.- Fuentes

- Eurostat (
http://epp.eurostat.ec.europa.eu)

- INE (
www.ine.es)

- OCDE (
http://stats.oecd.org/index.aspx)

- Estudio sobre salarios medios en PPA en Europa (
http://blogoempresa.com/empleo/salario-medio-ppa-restyling/)


- Índice KOF de Globalización (
http://globalization.kof.ethz.ch/)

- Rebelión, diversos artículos (
www.rebelion.org)

- Sala i Martín, X. “Globalización y reducción de la pobreza”, Universidad de Columbia, (
http://www.eco.uc3m.es/~andiaz/pdfs/macroIII/salaimartin.pdf)


- Navarro, V., “El subdesarrollo social en España”, Diario Público, Madrid 2009. Se pueden encontrar fragmentos y otros artículos de temática similar en la página web del autor (
www.vnavarro.org)

martes, 2 de febrero de 2010

Comentario de noticia: El "pensionazo"

El Gobierno ha filtrado a los medios de comunicación sus planes de reforma del sistema de pensiones. Estos consisten fundamentalmente en el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años y la potenciación de lo que ellos llaman "el sistema complementario", que no es sino el sistema privado de fondos de pensiones. Otras medidas que se plantean son la elevación de la edad mínima de prejubilación hasta los 58 y la ampliación del período de referencia para el cálculo de la pensión de 15 a 20 años. Se precisa desde ámbitos gubernamentales que las medidas se aplicaran de manera progresiva, para reducir su impacto en la sociedad.
La CEOE ha aplaudido esta decisión. La OCDE se atreve incluso a decir que la reforma se queda corta. El PP se opone, pero parece que con la boca pequeña. Todo apunta a que terminará apoyando la reforma.
La lógica de los refranes castellanos ("Reunión de pastores, oveja muerta") parece indicar que todo esto no trae nada bueno para los trabajadores de este país. Un breve análisis de los propuesto (más años de trabajo, más dependencia de bancos, aseguradoras, fondos de pensiones, etc.) confirma la intuición. Así pues la pregunta es obvia: ¿Es necesario todo esto?
La Seguridad Social española ha tenido superavit durante los últimos años. Las pensiones no parecen estar en peligro, al menos no en un futuro inmediato. Si miramos a un futuro más lejano, digamos a 50 años vista, los promotores de esta reforma nos hablan de la inversión de la pirámide poblacional y de la imposibilidad de que menos trabajadores mantengan a más jubilados trabajando y cotizando lo mismo. Sin embargo este es un argumento espúreo, principalmente por dos motivos.
En primer lugar, la inversión de la pirámide poblacional es una situación que ya se había predicho con anterioridad. De hecho, según algunas prospecciones de hace tiempo, deberíamos hallarnos ahora mismo en tal circunstancia. Lo que nos ha evitado llegar a ese punto no ha sido otra cosa que la inmigración. La llegada de una población de edad joven, en edad de tener hijos y con una cultura que, en muchos casos, les lleva a tener un buen número de ellos, no solo ha sido el motivo del crecimiento constante de la economía española, sino que han variado de forma radical la demografía de nuestro país. ¿Qué nos hace suponer que esto no volverá a ocurrir?¿Es que van a desaparecer las desigualdades del mundo?¿Es que va a desaparecer la miseria de los países de orígen de estas gentes? De momento, pocas cosas incitan a pensar así.
Como segundo punto hay que señalar la insistencia en hablar de que los trabajadores, al tener que generar pensiones para más gente, tendremos que hacer un mayor esfuerzo, pero sin mencionar nunca a las empresas. La economía española, el PIB, el beneficio empresarial y otras grandes cifras no han dejado de crecer en los años de bonanza. La productividad también ha aumentado con el tiempo, una empresa con menos trabajadores que hace 20 años puede producir el doble. Resumiendo, las empresas ganan más cada vez. Pero nadie habla de cargar ese sobreesfuerzo necesario sobre sus hombros. ¿Por qué será?

jueves, 28 de enero de 2010

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 8: La naturaleza de las crisis capitalistas.

Aunque Marx nunca perdió de vista la cuestión de las crisis y la menciona constantemente en la mayoría de sus obras, nunca tuvo ocasión de dedicarse a un estudio exhaustivo de las mismas. Sweezy nos advierte de que recogerá en este capítulo los estudios de los más destacados autores marxistas sobre la materia.

En primer lugar parece evidente señalar que una crisis de sobreproducción (aquella en la que las mercancías se acumulan porque no se pueden comprar), solo puede darse en una sociedad los suficientemente avanzada. Las sociedades basadas en el trueque o en las que la producción está organizada por una solo autoridad (economía patriarcal, p.e.) sufren escasez u otros tipos de crisis, pero no la sobreproducción. Este tipo concreto de crisis se da cuando alguien rompe la cadena de compras y ventas de mercancías (M-D-M). Esto hace que también sea improbable su incidencia sobre sociedades tan orientadas al cambio como las de producción simple de mercancías.

La ley de Say (por Jean Baptiste Say, discípulo francés de A. Smith), que establece que a una venta le sucede siempre una compra inmediata de igual importe de manera que la cadena M-D-M no se puede romper, es claramente aplicable a las sociedades de producción simple de mercancías. Sin embargo, su generalización al caso de la producción capitalista es un error duramente criticado por Marx, que afirma que el dinero no solo actúa de mediador entre una compra y una venta, sino que verdaderamente las separa, convirtiéndolas en operaciones distintas e independientes.

La mayor diferencia de la producción capitalista con respecto a la producción simple es su forma de circulación D-M-D’. Este esquema de circulación es el que siguen los capitalistas, los obreros siguen en el esquema M-D-M. En el esquema D-M-D’ lo que motiva el movimiento no es la búsqueda de unos valores de uso, sino la expansión del valor , la apropiación de más riqueza. Se busca, por tanto, que D’ – D = ∆D sea positivo y lo mayor posible. Son precisamente las fluctuaciones de ∆D (que en último extremo es lo mismo que hablar de las fluctuaciones en la tasa de ganancia g = ∆D/D) las que pueden provocar que no sea interesante para el capitalista lanzar su capital a la circulación y prefiera retenerlo, causando así la interrupción del ciclo y dando el primer paso hacia la crisis de sobreproducción. Para que esto ocurra no es siquiera necesario que ∆D sea negativo o igual a cero, basta con que descienda por debajo de lo que los capitalistas consideren que es su valor usual. Si esto ocurre, retendrán su capital en espera de que ∆D alcance de nuevo ese valor. De hecho, la crisis en sí misma es el mecanismo que provocará que ∆D remonte y alcance (o incluso supere) sus niveles anteriores, pues generará más desocupados, eliminará competencia, abaratará las mercancías, etc.

Si el análisis anterior es correcto, el estudio debe centrarse en las causas que provocan un descenso en la tasa de ganancia. Con esto en mente, Sweezy señala dos tipos posibles de crisis:

- La crisis relacionada con la tendencia descendente de la tasa de ganancia, que como ya vimos era consustancial al sistema de producción capitalista, de manera que las crisis serían periódicamente inevitables.
- La crisis de realización. Es la que tiene lugar cuando una mercancía no se puede vender a su valor. En ese caso el problema está en realizar el valor que, en un sentido físico, ya está incorporado a la mercancía.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 6: La tendencia descendente de la tasa de la ganancia

Relacionando el hecho de que los avances de la técnica son lo que permite la existencia del ejército de reserva y, a su vez, la acumulación de capital con la fórmula g = p’ (1 – o), Marx desarrolla la ley de la tendencia descendente de la ganancia. Si suponemos que p’ es constante y o es creciente por la mayor productividad y uso de tecnología, g tiende forzosamente a disminuir. Todo esto se ve atenuado por el hecho de que p’ es variable, no constante. Esta ley no implica que en tipo de producción la ganancia tenga tendencia a descender. Esto solo ocurre en el modo de producción capitalista, correspondiente a una época determinada y limitada en el desarrollo de las condiciones materiales de la producción.

Sweezy analiza cinco “causas contrarrestantes” que rebajan la ley a la categoría de tendencia. Estas cinco causas serían el abaratamiento de los elementos del capital constante, debido al aumento de productividad (una máquina produce más unidades, el valor que traspasa a cada unidad es menor), el aumento de la intensidad de la explotación (al alargarse la jornada laboral aumenta el gasto en salarios), la depresión de los salarios más debajo de su valor (que se menciona de pasada), la sobrepoblación relativa (los obreros desocupados provocan un aumento de la ganancia, como ya hemos visto) y el comercio exterior (a través del cuál se pueden abaratar costes de materias primas y maquinaria).

Sin embargo hay un punto débil en la ley: la suposición de la tasa de plusvalía como constante. En términos de su propio sistema teórico, difícilmente se justifica la suposición de Marx de una tasa constante de la plusvalía coexistiendo con una composición orgánica ascendente del capital. Un ascenso en la composición orgánica del capital significa necesariamente un aumento en la productividad del trabajo, lo que conlleva una tasa más alta de plusvalía. Algunos autores marxistas argumentan que el ascenso en la composición orgánica del capital y el aumento de la tasa de plusvalía son de magnitudes tan distintas que la suposición de p’ se convierte en una simplificación válida. Para Sweezy no hay evidencias en este sentido y, en general, considera este planteamiento de Marx como poco convincente. En su opinión es la tendencia a la acumulación la que provoca la tendencia descendente de la ganancia, pero los capitalistas contrarrestan esta dinámica con el ascenso en la composición orgánica del capital o con el aumento de la intensidad en la explotación.

Finalmente Sweezy menciona otras fuerzas que afectan al devenir de la tasa de ganancia. Como fuerzas tendentes a deprimirla nombra a los sindicatos y la acción del Estado en beneficio de los trabajadores. Como fuerzas que hacen que la tasa de ganancia suba menciona a las organizaciones patronales, la exportación de capital, la formación de monopolios o la acción del Estado a favor del capital.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 5: La acumulación y el ejército de reserva.

Con fines teóricos, Marx imagina un sistema capitalista, al que llama Reproducción Simple, que conserva indefinidamente las mismas dimensiones, sin variar la escala de producción. Para que se cumplan estas condiciones es necesario que los capitalistas repongan cada año el capital gastado o usado y empleen toda su plusvalía en el consumo y que los obreros gasten todo su salario en el consumo. En este sistema la industria consta de dos ramas: la que produce medios de producción (I) y la que fabrica artículos de consumo (II)

Así pues las condiciones básicas de este sistema son:
1.- La suma de los capitales constantes de ambas ramas ha de ser igual a la producción total de la rama I, (c1+c2 = c1 + v1 + p1)
2.- La suma del consumo de capitalistas y obreros ha de ser igual a la producción de la rama II (v1 + p1 + v2 + p2 = c2 + v2 + p2)

Operando, en ambos casos obtenemos la siguiente condición: c2 = v1 + p1. Este sistema imaginario sirve para examinar la estructura de ofertas y demandas y debe entenderse como una armazón para la posterior investigación, no como un sustituto de la misma.

Sin embargo, la Reproducción Simple se abstrae de una característica fundamental del capitalismo: el interés del capitalista por aumentar su capital (interés que no tiene que ver con ningún bajo instinto, sino con la propia dinámica del sistema que obliga a crecer o desaparecer). Teniendo esto en cuenta, Marx presenta un modelo que muestra la interrelación de las ofertas y las demandas cuando la acumulación esta tomada en cuenta. Se trata de la Reproducción Ampliada. En ella la plusvalía se divide en tres partes, una que consumen los capitalistas, otra que se agrega al capital constante y una última que se suma al capital variable. Este aumento del capital provocará un aumento proporcional de la demanda de medios de producción (que será satisfecha por los productores aumentando su oferta) y de fuerza de trabajo.

La fuerza de trabajo es una mercancía peculiar y su producción no puede ser aumentada a voluntad, de manera que la ley del valor no opera en este caso. Sin embargo el equilibrio se alcanza, pues de otro modo los salarios estarían constantemente al alza. Algunos autores han propuesto soluciones maltusianas, lo que es rechazado por el autor.

Para Marx, la fuerza que impide la subida constante de los salarios, permitiendo así la acumulación constante de capital, es la presión que ejercen los numerosos obreros parados a raíz de la introducción de las máquinas que estarían dispuestos a trabajar por salarios menores. Es lo que llama el ejército de reserva del trabajo. Se trata de un modelo que funciona igualmente bien en situaciones de población creciente, estancada o decreciente, así como en situaciones de crisis o bonanza económica.

La visión tradicional de los economistas preveía la tendencia al estancamiento del progreso económico, fundada en dos leyes “naturales”: la ley de la población y la de los rendimientos decrecientes. Los hechos históricos forzaron al abandono de esta perspectiva. A cambio se ha impuesto una visión de los ciclos económicos que Sweezy califica de “meteorológica”. Marx, en cambio, explica el desarrollo de la economía a partir de la acumulación de capital, permitida por la existencia del ejército de reserva, cuya existencia se debe a la aplicación de las innovaciones tecnológicas.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 4: Plusvalía y capitalismo.

Bajo el capitalismo se producen mercancías pero, al contrario de lo que afirman algunos autores, no es esta la característica que le es propia y que lo diferencia de otros modos de producción históricos. La differentia specifica del capitalismo es la compra y venta de la fuerza de trabajo, provocada por la separación entre propietarios de medios de producción y trabajadores.

Existe, sin embargo, otra gran diferencia. En un modo de producción simple se intercambian las mercancías producidas por dinero, que a su vez sirve para comprar otras mercancías que satisfacen nuestras necesidades (ciclo M-D-M). En el capitalismo, en cambio, el capital se usa para comprar fuerza de trabajo y medios de producción de tal manera que se obtenga un capital mayor (ciclo D-M-D’, donde D es menor que D’). La diferencia entre D y D’ se llama plusvalía.

Para analizar el origen de la plusvalía hay que comenzar por la fuerza de trabajo (que no es trabajo en sí, sino más bien el trabajador mismo). El valor de esta mercancía peculiar es, según Marx, el valor de la suma de mercancías que hacen posible la reproducción o manutención del trabajador. Así pues el capitalista compra mercancías (maquinaria, materiales) y fuerza de trabajo (cuyo valor es la suma del valor de otras mercancías), los combina y obtiene un valor mayor a la suma de lo gastado. Se ha creado valor. Este valor adicional o plusvalía lo crea el trabajador, que es capaz de producir más que los medios necesarios para su subsistencia en un día. Toda esa producción adicional es plusvalía de la que se apropia el capitalista. Marx sistematiza lo anterior en la fórmula

Valor total = c + v + p

Donde c es capital constante (valor de los materiales y maquinaria usados), v capital variable (restitución de la fuerza de trabajo, salarios) y p es plusvalía. Esta fórmula es a un tiempo asimilable a los balances contables de empresa (valor total sería ingreso, c y v serían gasto y p beneficio) y a la contabilidad nacional. De esta fórmula, que constituye la espina dorsal analítica de la teoría económica de Marx, se derivan varias proporciones.

En primer lugar la tasa de plusvalía: p’ = p/v, es la proporción entre trabajo necesario para generar la subsistencia del trabajador y trabajo dedicado a generar plusvalía. El trabajo puede contabilizarse en tiempo (horas) o en valor de lo producido en un tiempo. Por tanto hay tres factores que determinan esta tasa: la duración de la jornada de trabajo, las mercancías incluidas en el salario real y la productividad.

En segundo lugar, la composición orgánica del capital: o = c/c+v. Se trata de la relación entre capital constante y variable, entre máquinas y material y fuerza de trabajo. Está determinada por varios factores: tasa de los salarios reales, productividad, nivel de técnica, etc.

Por último está la tasa de ganancia: g = p/c+v. Se trata de la proporción fundamental, pues determina que parte del capital invertido se convierte en plusvalía. Hay que tener en cuenta que no todos los factores de la ecuación tienen tiempos de rotación iguales (un edificio dura 40 años, un material pocos meses), por lo que hay que contabilizarlos de manera ponderada. La tasa de ganancia se ve alterada por los mismos factores que las anteriores proporciones. De hecho, manipulando las ecuaciones anteriores se llega a que: g = p’ (1 – o).

Marx supone la igualdad general entre industrias en lo tocante a tasas de ganancia y plusvalía, debido a la movilidad de trabajadores a las zonas de salarios más altos y, en definitiva, a ajustes de oferta y demanda. Sin embargo nada hace suponer que deban mantener igual la composición del capital. Es Bortkiewicz el que da la clave: Si la composición del capital es constante “la ley del valor controlará directamente los intercambios de mercancías sin detener la explotación de los obreros por los capitalistas y sin reemplazar el deseo de ganancia de los capitalistas por ningún otro motivo en la determinación del volumen, la dirección y la técnica de la producción.”.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 3: El problema de valor cuantitativo

El objetivo de una teoría del valor cuantitativo es descubrir la naturaleza de las leyes que gobiernan la asignación productiva en una sociedad. Se trata del comienzo de la ciencia económica. Marx parte de dos hechos: las mercancías se cambian entre sí y en su producción absorben una porción del trabajo socialmente disponible (que se mide en unidades de tiempo de trabajo simple), y los relaciona diciendo que las mercancías cuya producción requiere un tiempo igual se cambian sobre la base de uno por uno. Se a continuación plantea el problema de que el trabajo cualificado da lugar a mercancías más valiosas. Marx lo soluciona otorgando a la hora de trabajo cualificado un valor de más de una hora de trabajo simple.

Después se analiza el papel de la competencia en la fijación del precio de una mercancía, usando para ello el ejemplo de los ciervos y los castores de Smith (si cazar un castor lleva el doble de tiempo que cazar un ciervo, entonces en una sociedad primitiva de cazadores el castor valdrá dos ciervos). De esta manera queda claro que, si la oferta y la demanda funcionan con libertad, el precio de la mercancía coincidirá a su valor real. Oferta y demanda actúan en la teoría del valor marxiana como un elemento equilibrador.

La demanda de mercancías es de especial interés, porque como ya se ha dicho, no solo interesa la fijación de la proporción de cambio sino también la distribución del trabajo en la sociedad. Si los ciervos son la base alimenticia de la sociedad y los castores solo se usan para hacer gorros, mucho más trabajo se dedicará a cazar a los primeros y menos a los segundos. Con el tiempo de trabajo que requiere cada uno y la intensidad relativa de su demanda hallamos no solo el precio de equilibrio, sino el equilibrio económico general de la sociedad.

Así pues tenemos una ley del valor, que determina las proporciones de cambio de mercancías, las cantidades producidas y el trabajo asignado a su producción. Esta ley solo es posible si hay una sociedad de productores privados que satisfacen sus necesidades con el cambio. Además se ve afectada por la productividad del trabajo o las necesidades sociales (dependientes a su vez de la distribución del ingreso) y equilibrada por la oferta y la demanda.

Esta ley deja de tener valor cuando otra instancia, como el Estado en un sistema soviético, se arroga la potestad de determinar las anteriores cuestiones. Ocurre algo similar con los monopolios, en los que la oferta es controlada por el monopolista permitiéndole aprovechar las condiciones de la demanda y fijando un precio nuevo que llamaremos “precio de monopolio”.