jueves, 28 de enero de 2010

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 8: La naturaleza de las crisis capitalistas.

Aunque Marx nunca perdió de vista la cuestión de las crisis y la menciona constantemente en la mayoría de sus obras, nunca tuvo ocasión de dedicarse a un estudio exhaustivo de las mismas. Sweezy nos advierte de que recogerá en este capítulo los estudios de los más destacados autores marxistas sobre la materia.

En primer lugar parece evidente señalar que una crisis de sobreproducción (aquella en la que las mercancías se acumulan porque no se pueden comprar), solo puede darse en una sociedad los suficientemente avanzada. Las sociedades basadas en el trueque o en las que la producción está organizada por una solo autoridad (economía patriarcal, p.e.) sufren escasez u otros tipos de crisis, pero no la sobreproducción. Este tipo concreto de crisis se da cuando alguien rompe la cadena de compras y ventas de mercancías (M-D-M). Esto hace que también sea improbable su incidencia sobre sociedades tan orientadas al cambio como las de producción simple de mercancías.

La ley de Say (por Jean Baptiste Say, discípulo francés de A. Smith), que establece que a una venta le sucede siempre una compra inmediata de igual importe de manera que la cadena M-D-M no se puede romper, es claramente aplicable a las sociedades de producción simple de mercancías. Sin embargo, su generalización al caso de la producción capitalista es un error duramente criticado por Marx, que afirma que el dinero no solo actúa de mediador entre una compra y una venta, sino que verdaderamente las separa, convirtiéndolas en operaciones distintas e independientes.

La mayor diferencia de la producción capitalista con respecto a la producción simple es su forma de circulación D-M-D’. Este esquema de circulación es el que siguen los capitalistas, los obreros siguen en el esquema M-D-M. En el esquema D-M-D’ lo que motiva el movimiento no es la búsqueda de unos valores de uso, sino la expansión del valor , la apropiación de más riqueza. Se busca, por tanto, que D’ – D = ∆D sea positivo y lo mayor posible. Son precisamente las fluctuaciones de ∆D (que en último extremo es lo mismo que hablar de las fluctuaciones en la tasa de ganancia g = ∆D/D) las que pueden provocar que no sea interesante para el capitalista lanzar su capital a la circulación y prefiera retenerlo, causando así la interrupción del ciclo y dando el primer paso hacia la crisis de sobreproducción. Para que esto ocurra no es siquiera necesario que ∆D sea negativo o igual a cero, basta con que descienda por debajo de lo que los capitalistas consideren que es su valor usual. Si esto ocurre, retendrán su capital en espera de que ∆D alcance de nuevo ese valor. De hecho, la crisis en sí misma es el mecanismo que provocará que ∆D remonte y alcance (o incluso supere) sus niveles anteriores, pues generará más desocupados, eliminará competencia, abaratará las mercancías, etc.

Si el análisis anterior es correcto, el estudio debe centrarse en las causas que provocan un descenso en la tasa de ganancia. Con esto en mente, Sweezy señala dos tipos posibles de crisis:

- La crisis relacionada con la tendencia descendente de la tasa de ganancia, que como ya vimos era consustancial al sistema de producción capitalista, de manera que las crisis serían periódicamente inevitables.
- La crisis de realización. Es la que tiene lugar cuando una mercancía no se puede vender a su valor. En ese caso el problema está en realizar el valor que, en un sentido físico, ya está incorporado a la mercancía.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 6: La tendencia descendente de la tasa de la ganancia

Relacionando el hecho de que los avances de la técnica son lo que permite la existencia del ejército de reserva y, a su vez, la acumulación de capital con la fórmula g = p’ (1 – o), Marx desarrolla la ley de la tendencia descendente de la ganancia. Si suponemos que p’ es constante y o es creciente por la mayor productividad y uso de tecnología, g tiende forzosamente a disminuir. Todo esto se ve atenuado por el hecho de que p’ es variable, no constante. Esta ley no implica que en tipo de producción la ganancia tenga tendencia a descender. Esto solo ocurre en el modo de producción capitalista, correspondiente a una época determinada y limitada en el desarrollo de las condiciones materiales de la producción.

Sweezy analiza cinco “causas contrarrestantes” que rebajan la ley a la categoría de tendencia. Estas cinco causas serían el abaratamiento de los elementos del capital constante, debido al aumento de productividad (una máquina produce más unidades, el valor que traspasa a cada unidad es menor), el aumento de la intensidad de la explotación (al alargarse la jornada laboral aumenta el gasto en salarios), la depresión de los salarios más debajo de su valor (que se menciona de pasada), la sobrepoblación relativa (los obreros desocupados provocan un aumento de la ganancia, como ya hemos visto) y el comercio exterior (a través del cuál se pueden abaratar costes de materias primas y maquinaria).

Sin embargo hay un punto débil en la ley: la suposición de la tasa de plusvalía como constante. En términos de su propio sistema teórico, difícilmente se justifica la suposición de Marx de una tasa constante de la plusvalía coexistiendo con una composición orgánica ascendente del capital. Un ascenso en la composición orgánica del capital significa necesariamente un aumento en la productividad del trabajo, lo que conlleva una tasa más alta de plusvalía. Algunos autores marxistas argumentan que el ascenso en la composición orgánica del capital y el aumento de la tasa de plusvalía son de magnitudes tan distintas que la suposición de p’ se convierte en una simplificación válida. Para Sweezy no hay evidencias en este sentido y, en general, considera este planteamiento de Marx como poco convincente. En su opinión es la tendencia a la acumulación la que provoca la tendencia descendente de la ganancia, pero los capitalistas contrarrestan esta dinámica con el ascenso en la composición orgánica del capital o con el aumento de la intensidad en la explotación.

Finalmente Sweezy menciona otras fuerzas que afectan al devenir de la tasa de ganancia. Como fuerzas tendentes a deprimirla nombra a los sindicatos y la acción del Estado en beneficio de los trabajadores. Como fuerzas que hacen que la tasa de ganancia suba menciona a las organizaciones patronales, la exportación de capital, la formación de monopolios o la acción del Estado a favor del capital.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 5: La acumulación y el ejército de reserva.

Con fines teóricos, Marx imagina un sistema capitalista, al que llama Reproducción Simple, que conserva indefinidamente las mismas dimensiones, sin variar la escala de producción. Para que se cumplan estas condiciones es necesario que los capitalistas repongan cada año el capital gastado o usado y empleen toda su plusvalía en el consumo y que los obreros gasten todo su salario en el consumo. En este sistema la industria consta de dos ramas: la que produce medios de producción (I) y la que fabrica artículos de consumo (II)

Así pues las condiciones básicas de este sistema son:
1.- La suma de los capitales constantes de ambas ramas ha de ser igual a la producción total de la rama I, (c1+c2 = c1 + v1 + p1)
2.- La suma del consumo de capitalistas y obreros ha de ser igual a la producción de la rama II (v1 + p1 + v2 + p2 = c2 + v2 + p2)

Operando, en ambos casos obtenemos la siguiente condición: c2 = v1 + p1. Este sistema imaginario sirve para examinar la estructura de ofertas y demandas y debe entenderse como una armazón para la posterior investigación, no como un sustituto de la misma.

Sin embargo, la Reproducción Simple se abstrae de una característica fundamental del capitalismo: el interés del capitalista por aumentar su capital (interés que no tiene que ver con ningún bajo instinto, sino con la propia dinámica del sistema que obliga a crecer o desaparecer). Teniendo esto en cuenta, Marx presenta un modelo que muestra la interrelación de las ofertas y las demandas cuando la acumulación esta tomada en cuenta. Se trata de la Reproducción Ampliada. En ella la plusvalía se divide en tres partes, una que consumen los capitalistas, otra que se agrega al capital constante y una última que se suma al capital variable. Este aumento del capital provocará un aumento proporcional de la demanda de medios de producción (que será satisfecha por los productores aumentando su oferta) y de fuerza de trabajo.

La fuerza de trabajo es una mercancía peculiar y su producción no puede ser aumentada a voluntad, de manera que la ley del valor no opera en este caso. Sin embargo el equilibrio se alcanza, pues de otro modo los salarios estarían constantemente al alza. Algunos autores han propuesto soluciones maltusianas, lo que es rechazado por el autor.

Para Marx, la fuerza que impide la subida constante de los salarios, permitiendo así la acumulación constante de capital, es la presión que ejercen los numerosos obreros parados a raíz de la introducción de las máquinas que estarían dispuestos a trabajar por salarios menores. Es lo que llama el ejército de reserva del trabajo. Se trata de un modelo que funciona igualmente bien en situaciones de población creciente, estancada o decreciente, así como en situaciones de crisis o bonanza económica.

La visión tradicional de los economistas preveía la tendencia al estancamiento del progreso económico, fundada en dos leyes “naturales”: la ley de la población y la de los rendimientos decrecientes. Los hechos históricos forzaron al abandono de esta perspectiva. A cambio se ha impuesto una visión de los ciclos económicos que Sweezy califica de “meteorológica”. Marx, en cambio, explica el desarrollo de la economía a partir de la acumulación de capital, permitida por la existencia del ejército de reserva, cuya existencia se debe a la aplicación de las innovaciones tecnológicas.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 4: Plusvalía y capitalismo.

Bajo el capitalismo se producen mercancías pero, al contrario de lo que afirman algunos autores, no es esta la característica que le es propia y que lo diferencia de otros modos de producción históricos. La differentia specifica del capitalismo es la compra y venta de la fuerza de trabajo, provocada por la separación entre propietarios de medios de producción y trabajadores.

Existe, sin embargo, otra gran diferencia. En un modo de producción simple se intercambian las mercancías producidas por dinero, que a su vez sirve para comprar otras mercancías que satisfacen nuestras necesidades (ciclo M-D-M). En el capitalismo, en cambio, el capital se usa para comprar fuerza de trabajo y medios de producción de tal manera que se obtenga un capital mayor (ciclo D-M-D’, donde D es menor que D’). La diferencia entre D y D’ se llama plusvalía.

Para analizar el origen de la plusvalía hay que comenzar por la fuerza de trabajo (que no es trabajo en sí, sino más bien el trabajador mismo). El valor de esta mercancía peculiar es, según Marx, el valor de la suma de mercancías que hacen posible la reproducción o manutención del trabajador. Así pues el capitalista compra mercancías (maquinaria, materiales) y fuerza de trabajo (cuyo valor es la suma del valor de otras mercancías), los combina y obtiene un valor mayor a la suma de lo gastado. Se ha creado valor. Este valor adicional o plusvalía lo crea el trabajador, que es capaz de producir más que los medios necesarios para su subsistencia en un día. Toda esa producción adicional es plusvalía de la que se apropia el capitalista. Marx sistematiza lo anterior en la fórmula

Valor total = c + v + p

Donde c es capital constante (valor de los materiales y maquinaria usados), v capital variable (restitución de la fuerza de trabajo, salarios) y p es plusvalía. Esta fórmula es a un tiempo asimilable a los balances contables de empresa (valor total sería ingreso, c y v serían gasto y p beneficio) y a la contabilidad nacional. De esta fórmula, que constituye la espina dorsal analítica de la teoría económica de Marx, se derivan varias proporciones.

En primer lugar la tasa de plusvalía: p’ = p/v, es la proporción entre trabajo necesario para generar la subsistencia del trabajador y trabajo dedicado a generar plusvalía. El trabajo puede contabilizarse en tiempo (horas) o en valor de lo producido en un tiempo. Por tanto hay tres factores que determinan esta tasa: la duración de la jornada de trabajo, las mercancías incluidas en el salario real y la productividad.

En segundo lugar, la composición orgánica del capital: o = c/c+v. Se trata de la relación entre capital constante y variable, entre máquinas y material y fuerza de trabajo. Está determinada por varios factores: tasa de los salarios reales, productividad, nivel de técnica, etc.

Por último está la tasa de ganancia: g = p/c+v. Se trata de la proporción fundamental, pues determina que parte del capital invertido se convierte en plusvalía. Hay que tener en cuenta que no todos los factores de la ecuación tienen tiempos de rotación iguales (un edificio dura 40 años, un material pocos meses), por lo que hay que contabilizarlos de manera ponderada. La tasa de ganancia se ve alterada por los mismos factores que las anteriores proporciones. De hecho, manipulando las ecuaciones anteriores se llega a que: g = p’ (1 – o).

Marx supone la igualdad general entre industrias en lo tocante a tasas de ganancia y plusvalía, debido a la movilidad de trabajadores a las zonas de salarios más altos y, en definitiva, a ajustes de oferta y demanda. Sin embargo nada hace suponer que deban mantener igual la composición del capital. Es Bortkiewicz el que da la clave: Si la composición del capital es constante “la ley del valor controlará directamente los intercambios de mercancías sin detener la explotación de los obreros por los capitalistas y sin reemplazar el deseo de ganancia de los capitalistas por ningún otro motivo en la determinación del volumen, la dirección y la técnica de la producción.”.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 3: El problema de valor cuantitativo

El objetivo de una teoría del valor cuantitativo es descubrir la naturaleza de las leyes que gobiernan la asignación productiva en una sociedad. Se trata del comienzo de la ciencia económica. Marx parte de dos hechos: las mercancías se cambian entre sí y en su producción absorben una porción del trabajo socialmente disponible (que se mide en unidades de tiempo de trabajo simple), y los relaciona diciendo que las mercancías cuya producción requiere un tiempo igual se cambian sobre la base de uno por uno. Se a continuación plantea el problema de que el trabajo cualificado da lugar a mercancías más valiosas. Marx lo soluciona otorgando a la hora de trabajo cualificado un valor de más de una hora de trabajo simple.

Después se analiza el papel de la competencia en la fijación del precio de una mercancía, usando para ello el ejemplo de los ciervos y los castores de Smith (si cazar un castor lleva el doble de tiempo que cazar un ciervo, entonces en una sociedad primitiva de cazadores el castor valdrá dos ciervos). De esta manera queda claro que, si la oferta y la demanda funcionan con libertad, el precio de la mercancía coincidirá a su valor real. Oferta y demanda actúan en la teoría del valor marxiana como un elemento equilibrador.

La demanda de mercancías es de especial interés, porque como ya se ha dicho, no solo interesa la fijación de la proporción de cambio sino también la distribución del trabajo en la sociedad. Si los ciervos son la base alimenticia de la sociedad y los castores solo se usan para hacer gorros, mucho más trabajo se dedicará a cazar a los primeros y menos a los segundos. Con el tiempo de trabajo que requiere cada uno y la intensidad relativa de su demanda hallamos no solo el precio de equilibrio, sino el equilibrio económico general de la sociedad.

Así pues tenemos una ley del valor, que determina las proporciones de cambio de mercancías, las cantidades producidas y el trabajo asignado a su producción. Esta ley solo es posible si hay una sociedad de productores privados que satisfacen sus necesidades con el cambio. Además se ve afectada por la productividad del trabajo o las necesidades sociales (dependientes a su vez de la distribución del ingreso) y equilibrada por la oferta y la demanda.

Esta ley deja de tener valor cuando otra instancia, como el Estado en un sistema soviético, se arroga la potestad de determinar las anteriores cuestiones. Ocurre algo similar con los monopolios, en los que la oferta es controlada por el monopolista permitiéndole aprovechar las condiciones de la demanda y fijando un precio nuevo que llamaremos “precio de monopolio”.

viernes, 22 de enero de 2010

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 2: El problema del valor cualitativo.

El primer capítulo de “El Capital”, que como ya se ha dicho se titula “Las mercancías”, se dedica al estudio de las relaciones de cambio desde su forma más simple: La sociedad de producción simple, una sociedad en la que cada productor posee los medios de producción que utiliza y satisface sus necesidades mediante el cambio.

Para los autores clásicos, como A. Smith, el cambio es consustancial al ser humano y genera la división del trabajo. Marx, en cambio, niega que el cambio sea parte de la naturaleza humana señalando sociedades en las que existe división del trabajo sin producción y cambio de mercancías. Así el cambio es el resultante de unas condiciones históricas determinadas. Así pues habrá dos tipos de valor asociado al cambio: Uno cuantitativo, fundado en la relación entre productos, y otro cualitativo que se debe a la relación históricamente condicionada entre productores. En este capítulo se discute el aspecto cualitativo del valor, dejando el cuantitativo para el siguiente.

Todas las mercancías poseen un valor de uso y un valor de cambio. El valor de uso, o utilidad, refleja una relación entre el consumidor y lo consumido, no una relación social entre personas, lo que tiene dos consecuencias. Por un lado se puede afirmar que el valor de uso es el mismo estemos en tipo de sociedad que estemos. Por otro, al no ser una relación social, queda fuera de la definición marxista de economía política, no puede ser una categoría económica (aunque si lo es para los ortodoxos).

El valor de cambio, por el contrario, si que es una relación social, o más bien la plasmación de una relación social: la existente entre los propietarios de mercancías (en la producción simple, los mismos productores) a la hora de cambiar. Así pues no es un aspecto universal de la mercancía como la utilidad, sino que precisa de la existencia de una sociedad en la que haya al menos división del trabajo y producción privada. Si a una mercancía se le extrae el valor de uso, nos queda únicamente un valor (que representa una realción social).

Igualmente el trabajo puede dividirse en dos aspectos. Por un lado está el trabajo útil, que sería el trabajo que está representado en el valor de uso del objeto producido. Pero si, al igual que antes, extraemos el trabajo útil ¿qué nos queda? El trabajo abstracto (abstracto en el sentido de que se pasan por alto las características especiales de los distintos tipos de trabajo, trabajo en general). Se trata de la reducción de todo trabajo a un común denominador, de manera que pueda ser medido, comparado o sumado para formar un conjunto social. De esta fuerza de trabajo social, susceptible de diversos usos, depende en última instancia la capacidad de producir riqueza de la sociedad.

Con todo lo anterior podemos explicar la relación entre valor y trabajo. Una mercancía es un objeto útil fabricado por una suerte especial de trabajador. Pero esa mercancía tiene algo de común con todas las demás, el hecho de absorber una parte del total de la fuerza de trabajo disponible de la sociedad. A partir de aquí va a resolver Marx el problema del valor cuantitativo (una vez más de manera muy distinta a la de los economistas ortodoxos, para los que es un mero problema de valor de cambio). Si la mercancía es la materialización del trabajo abstracto y este es mensurable, la magnitud del valor expresará la relación entre el objeto y la cantidad de tiempo total del trabajo de la sociedad empleado en producirlo.

Para terminar el capítulo, Sweezy se refiere a la doctrina del Fetichismo de la Mercancía. Con ella Marx explica como la relación básica entre hombres de la producción se percibe como una relación entre mercancías. Este fenómeno no se da cuando la producción implica una relación directa entre personas, sino cuando la producción de mercancías se halla en un punto más avanzado y los productores solo se relacionan entre sí a través del mercado. Una vez que este mercado se considera un ente en sí mismo, que actúa y decide al margen de los individuos (lo que no es cierto, pues sus movimientos son el resultado de las relaciones entre productores), la mentalidad de las gentes se ve afectada de manera sustancial. Es aquí donde nacen conceptos como el laissez faire o la Fisiocracia o donde otros propios del capitalismo (salario, renta, interés…) se convierten artificialmente en universales, como si todas las formas anteriores de producción no hubieran sido sino versiones tempranas del capitalismo, que es natural y eterno. Además todo lo anterior es la forma más práctica de evitar que los oprimidos por el sistema se den cuenta de que lo están, pues todo parece acorde a las leyes inevitables marcadas por el mercado.

Teoría del desarrollo capitalista, Capítulo 1: El método de Marx

Gran parte de la importancia de Marx tiene que ver con cuestiones metodológicas. Lukacs llega a afirmar que “la ortodoxia en cuestiones de marxismo se relaciona exclusivamente con el método”.

Al igual que sus predecesores clásicos y neoclásicos, Marx utiliza el método abstractivo-deductivo como principal herramienta. Para saber que podemos abstraer y que no, debemos tener claras las respuestas a dos preguntas: ¿Cuál es el problema a examinar? Y ¿Cuáles son los elementos esenciales del mismo?

Es en estas respuestas donde Marx se diferencia de sus predecesores, pues se marca como objetivo “poner al desnudo la ley económica del movimiento de la sociedad moderna”. Por su formación anterior se puede deducir que el principal interés de Marx es el cambio social. La economía le interesa en la medida que es la esfera en la que el ímpetu del cambio social debe encontrarse. Una vez aclarado esto, ¿cuáles son los aspectos esenciales del problema? Aquí vuelve a separarse de la ortodoxia al apuntar a las relaciones sociales regidas por el capital y en concreto a las relaciones capital trabajo como elemento esencial. No se descartan otras relaciones sociales de importancia, sino que se pospone su análisis a fases más avanzadas de la obra. De la misma manera las relaciones capital-trabajo se filtran hasta quedarnos con las más significativas: las que surgen de la esfera industrial. Se trata en última instancia de una relación de cambio (salario por trabajo) y es por eso que Marx empieza por analizar este tipo de relaciones, dedicando el primer volumen de “El Capital” a las mercancías.

Durante todo este primer volumen se mantiene un alto nivel de abstracción, lo que parece contrario a la abundancia de datos empíricos que se muestran. Sin embargo no lo es, abstraerse no es alejarse de los hechos, sino circunscribirse a un número reducido de ellos. Precisamente por el alto nivel de abstracción, algunos de los resultados teóricos de este volumen deben ser considerados como mutables, deben sufrir adaptaciones cuando se desciende a menor nivel de abstracción.

Además de la abstracción, el otro gran aspecto metodológico a destacar es su carácter “profundamente” histórico. Para Marx la realidad social es un proceso en el que el cambio es constante. Los hombres pueden influir en ese cambio, en la medida que la realidad social que les ha tocado vivir lo permita. Esa concepción choca con el planteamiento ortodoxo, que se resumiría en la frase “ha habido Historia, pero ya no la hay”. Pensar que el proceso de cambio social ha llegado a su final implica pensar en la actual realidad como culmen del proceso, lo que conlleva importantes implicaciones.. Si damos por supuesto el capitalismo igual que damos por supuesto el Sistema Solar, la crítica al capitalismo se antojará tan peregrina como la crítica al Sistema Solar.

jueves, 21 de enero de 2010

Lectura 7: “Introducción”, en "Teoría del desarrollo capitalista", de Paul Sweezy

Para el autor la sociedad no es solo un grupo de individuos. Para ser considerado una sociedad deberán existir dentro de ese grupo relaciones precisas y más o menos estables. Las ciencias sociales son aquellas que estudian dichas relaciones y, en concreto, la economía política estudia las relaciones sociales de cambio y producción.

Sin embargo, en la corriente mayoritaria u ortodoxa de la teoría económica el carácter social de la materia se evita sistemáticamente. El autor lo ejemplifica a través de los textos de Robbins, en los cuales se define la economía como “la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación”, de manera que se toma como elemento de estudio al hombre aislado. Se añade también que los resultados obtenidos son aplicables a cualquier individuo, sea cual sea la sociedad en la que se desenvuelve. Incluso son válidos para individuos fuera de cualquier sociedad, como se ilustra en el ejemplo de Robinson Crusoe. Todo ello solo es posible definiendo el sistema económico como “una serie de relaciones (…) entre hombres y bienes económicos”, es decir, sustituyendo las relaciones sociales (entre hombres) por relaciones hombre-cosa. Por supuesto es inevitable toparse en ocasiones con las relaciones sociales, pero siempre se muestra este encuentro como algo incidental, no generalizable.

Una buena muestra de lo anteriormente expuesto es la forma en que estos teóricos utilizan los conceptos económicos: los toman del lenguaje habitual, los vacían de contenido social y los aplican indistintamente a todo tipo de sistemas económicos. Un claro ejemplo sería el término “salario”. En origen designa la cantidad de dinero que, de forma periódica, paga un patrón a un asalariado a cambio de su trabajo. Algunos economistas, en cambio, han transformado su significado en “producto que es imputable a la actividad humana empeñada en un proceso productivo”, con independencia del régimen en que este proceso productivo se da. Perciben igualmente un salario el obrero fabril, el pequeño agricultor y el artesano independiente. El salario se convierte en una categoría universal.

Ese empeño, además de negar las implicaciones sociales del término, induce a pensar en el salario como productividad, solo considerando como explotación la situación en que el obrero recibe como salario menos del valor del producto físico marginal de su trabajo. El concepto se convierte así en una forma de mantenimiento del statu quo.

Por todo ello, explica el autor, no es posible partir de la “doctrina aceptada” para estudiar los problemas económicos. En su lugar, Sweezy adopta como guía la doctrina de Karl Marx, adoptando la hipótesis de que quiso decir lo que dijo en vez de intentar explicar lo que quiso decir.

miércoles, 13 de enero de 2010

Lectura nº6: “Ciencia y método”, de Roberto Carballo

El autor comienza exponiendo su definición de ciencia, explicando que podría fácilmente recurrir a un “calidoscopio culturalista”, pero prefiere elaborar una construcción personal. En dicha construcción prima el carácter de actividad humana y social de la ciencia, que no es sino un esfuerzo consciente dedicado a la comprensión de la Naturaleza. Remarca Carballo que la ciencia ha ido desarrollando dos sentimientos opuestos a medida que ha avanzado. Por un lado la ciencia se hace más humana, más consciente de su limitación con cada nuevo descubrimiento. Por otro esos mismos conocimientos han creado una prepotencia científica que ha llevado a que para muchos la ciencia haya devenido en un culto “cuasi-religioso”. Ello implica además que la ciencia se hace más conservadora, siendo reacia a los cambios de paradigma y también más opaca y oscura al encerrarse en su lenguaje peculiar y al convertir en secretos sus métodos de trabajo. Precisamente el método científico, lo que de verdad diferencia a la ciencia de otras actividades humanas, debiera servir para facilitar la intersubjetividad y no la opacidad.

Ligado a la definición de ciencia está el problema de la acotación de lo que es ciencia. Se ha ido desarrollando una ligazón ciencia-progreso que ha facilitado el hecho de que se solo se consideren ciencias aquellas categorías más técnicas, que tienen una aplicación más visible o práctica. Cerca de ésta concepción esta la perspectiva positivista encarnada por Popper, que solo otorga la categoría de ciencias a aquellas cuyas hipótesis o teorías puedan refutarse con la experiencia, con lo que solo podrían considerarse como tales las ciencias naturales. La última delimitación que menciona el autor es la de Longo, para el cual la condición fundamental es la exigencia de explicar la realidad partiendo de ella misma. Longo argumenta que la aplicación de este principio lleva inevitablemente al materialismo filosófico y define el marxismo como la primera concepción del mundo basada total y exclusivamente en la ciencia. Carballo varía levemente el debate, argumentando que la búsqueda del status de ciencia para un determinado campo del saber tiene que ver más con aspectos psicológicos y sociales que con otra cosa. En su opinión la ciencia debe tener una definición abierta, que subraye la exigencia de consciencia, sistematización y autolimitación como base para buscar una explicación a la Naturaleza. Concluye afirmando que la ciencia puede entenderse como vida (intento de comprensión de la Naturaleza) y muerte (burocratización de esa explicación convirtiéndola en el pseudo-culto antes mencionado).

El siguiente problema que se afronta es la influencia de las distintas concepciones del mundo e ideologías en la ciencia y la investigación. Pese a que algunos autores han pretendido separar concepción y ciencia como dos tipos de conocimiento distintos, es innegable su influencia en el proceso de investigación como inspiración y como guía. Igualmente ocurre con la ideología, que se filtra por el método haciendo que todo conocimiento esté impregnado de la ideología de su investigador así como de su tiempo y circunstancia. Estos aspectos se hacen más visibles en las ciencias sociales.

A continuación se afronta la división en etapas del método. Carballo parte de las cuatro etapas comúnmente aceptadas (descripción, clasificación, explicación y verificación) y de los tres modos de inferencia (deductivo, inductivo o inductivo-probabilístico y reductivo) para crear una nueva división. Según él, en primer lugar se da la visión, un acto cognoscitivo pre-analítico. Para llegar a él, el investigador cuenta con un marco paradigmático, una influencia ideológica interna y una circunstancia personal proclive. A la visión le sigue la observación de los hechos, es decir, un intento de clasificación y descripción de los elementos y relaciones existentes en una realidad con el fin de lograr una síntesis en forma de hipótesis provisional. El siguiente paso es desarrollar deductivamente esa hipótesis a través de un proceso de iteración que va de lo real a lo ideal y viceversa. De ello surge una nueva síntesis teórica enriquecida, pero que a nivel histórico sigue siendo una hipótesis provisional. El último paso a superar es el de la contrastación intersubjetiva de la teoría, que consiste en la comunicación de la misma al resto de la comunidad científica a través del lenguaje científico apropiado.

Esto nos lleva a la última cuestión. Carballo argumenta citando a Marx que el método de investigación y el método de exposición deben distinguirse formalmente. A diferencia de la investigación, que abarca todo el proceso del conocimiento científico, la exposición solo es posible a partir de un determinado momento. Solo se puede exponer científicamente una vez superadas las tareas que han dado lugar al surgimiento de una hipótesis. A partir de ese punto investigación y exposición ya son compatibles.

lunes, 11 de enero de 2010

Comentario de noticia: “Amplia insatisfacción con el capitalismo 20 años después de la caída del muro”.

Quisiera empezar este comentario poniéndome la venda antes de hacerme la herida. A estas alturas todos tenemos algunas nociones de la teoría y metodología relativas a ese método de investigación social que es la encuesta. Creo, por tanto, que no sorprendo a nadie si digo que se trata de una herramienta que puede ser considerablemente precisa si se usa con rigor, pero que también se presta con relativa facilidad a que los sesgos (conscientes o inconscientes) del investigador modelen los resultados a su gusto.

En este caso concreto, una encuesta realizada por encargo de la BBC con motivo del 20º aniversario de la caída del muro de Berlín, en la que se pretendía pulsar la opinión global acerca de temas relacionados con el capitalismo actual y la caída de la URRS , los datos que aporta el ente público británico sobre la encuesta no son suficientes para determinar su grado de validez, pero en cualquier caso si que hay aspectos que parecen discutibles. Por ejemplo es cuestionable si los 27 países estudiados son representativos de todo el mundo o bien si el hecho de que en 9 de ellos solo se hayan seleccionado individuos residentes en las principales áreas urbanas resta credibilidad a los resultados en estos países.

Una vez hecha esta aclaración, vayamos al meollo del asunto. Así, a las bravas, resulta que tan solo una media del 11% de los encuestados en cada país afirma que el capitalismo funciona bien y que no necesita mayor regulación. Dicho de otra manera, hasta un 74% de los participantes rechaza el actual modelo económico imperante. Dentro de este grupo cabe destacar que un 51% defendían la necesidad de reformar dicho modelo, mientras que el 23% restante hablaban de un capitalismo “herido de muerte” y de la necesidad de un nuevo modelo económico. Los datos del apoyo al sistema actual variaban de uno a otro país, pero incluso en los casos de mayor apoyo las cotas eran notablemente bajas (E.E.U.U. 25%).

¿Qué conclusiones hay que sacar de todo lo anterior? Como dije al principio, calma, tomemos estos resultados con pinzas. Aquellos que ya los hayais sacado, por favor guardad vuestros kits de asalto al Palacio de Invierno por lo menos hasta el final del comentario. Hay que entender que estas frases de apoyo o condena no han salido, casi con total seguridad, de la boca de los entrevistados. Me parece bastante más probable que se les haya mostrado un papel con dichas frases escritas y se les haya consultado con cuál de ellas se sienten más identificados. La manera de escribir las frases puede haber tenido mucho que ver en las elecciones. Me refiero a que es difícil estar de acuerdo con una frase tipo: “Creo que el capitalismo neoliberal actual funciona bien y no necesita ninguna reforma” con los tiempos que corren. Incluso aquellos afortunados que no hayan sufrido directamente la crisis del sistema capitalista llevan 18 meses oyendo hablar sobre ella.

¿Entonces no hay que preocuparse por nada? ¿Todo sigue bien? No, señor consejero delegado, no salga aún de debajo de la mesa de caoba. En realidad si que ha pasado algo. Algo muy antiguo que estaba adormecido se ha despertado. Se trata de un sentimiento popular que podemos resumir en la frase “Si es rico, no puede ser bueno” y su origen es medieval (recordad “El nombre de la rosa”, los franciscanos y los defensores de la riqueza de la Iglesia) o incluso anterior. No puede ser bueno por varias razones: la primera y fundamental es porque no es justo que alguien sea rico mientras alguien es pobre, como no es justo que a alguien le sobre comida mientras otro pasa hambre. Es algo que sabemos todos (los acaudalados también) y el aumento de la magnitud de las riquezas y de las miserias no ha hecho sino convertirlo en algo más injusto. Otra buena razón es porque hacerse rico siendo honrado y bueno es extraordinariamente difícil, por no decir imposible. Hacer fortuna requiere cuando menos explotar, adueñarse de la riqueza generada por otros y cuando más engañar, expoliar o incluso matar.

Estos pensamientos espontáneamente surgidos en la gente, estos juicios populares, han sido silenciados y narcotizados por años y años de hegemonía cultural capitalista. Durante esos años el mensaje ha sido otro muy distinto: “¡Hazte rico! Si eres lo suficientemente listo, trabajador y persistente lo lograrás. Solo tienes que desearlo de verdad y luego vivirás el resto de tu vida como un rey.”. Eso es el Sueño Americano, eso es Hollywood, eso es Disney, eso es la idealización del yuppie, del broker, del tiburón de las finanzas. Pero la crisis ha hecho que toda esa fantasía sea un poco menos creíble. La gente, que sabía que había algo que olía mal pero contenía la respiración y sonreía, ha dejado de hacerlo y ahora trata de explicarse qué demonios es esa peste. La respuesta la están encontrando en lo que ya sabían y, al menos muchos, habían olvidado.

Pero, ¡cuidado!, esto es tan solo descontento informe, vagamente dirigido contra el sistema y contra los poderosos, pero con bases poco firmes. Si no se formula políticamente, dando lugar a un programa, a unas propuestas y a una alternativa es posible que acabe desvaneciéndose sin más en los brazos de la próxima fantasía anestesiante proveniente de los medios culturales hegemónicos o que pase a engrosar las filas de movimientos políticos de diverso cariz, desde algunos risibles hasta otros francamente peligrosos. La pregunta ahora es ¿a quién o quienes corresponde esa tarea de estructuración del descontento?

sábado, 9 de enero de 2010

Lectura 5: “El mecanismo de la investigación científica” de G. Longo

La investigación se inicia a partir de los hechos, pero ellos por si mismos no explican nada. Por tanto la investigación se inicia observando los hechos y tratando de descubrir que los relaciona o une entre sí.

El siguiente paso será el encaje de lo anterior en un modelo explicativo que nos permita “rellenar” de manera coherente los vacíos que haya dejado la observación. Se trata por tanto de la formulación de hipótesis. En este punto será fundamental la llamada fantasía creadora o capacidad de crear imágenes mentales de realidades no observadas o de abstracciones no observables. Según el autor, esta cualidad es la que permite conocer y modificar la realidad: nos permite conocerla, pues gracias a ella creamos conocimiento relativo a cosas no vistas o invisibles, y nos permite modificarla, pues con ella imaginamos realidades distintas a la existente. Junto a la fantasía está la intuición, que nos evita tener que analizar todas las versiones mentales creadas y nos hace seleccionar las más plausibles. Ambas características son las que diferencian a la inteligencia humana de la animal o de la artificial.

El tercer momento de la investigación será la comprobación de las hipótesis, que se realizará regresando a la observación. En esta etapa los hechos observados pueden pertenecer a un universo más amplio que en la primera fase o incluso ser fruto de experimentos y estar especialmente diseñados para probar o refutar una hipótesis.

Finalmente, las hipótesis se reformulan para acomodar los nuevos resultados observados.

Estos pasos se repiten de forma reiterativa hasta el infinito pues, en último extremo, la investigación no es sino una cadena interminable de observaciones y formulaciones (o reformulaciones) teóricas. Teoría abstracta e investigación científica están así equilibradas, pero separadas y asignadas a momentos temporales distintos. Se plantea el autor si las investigaciones se inician con la observación o con la elaboración teórica y responde que con lo segundo, pues según él mostrar el interés suficiente sobre un tema como para convertirlo en tema de investigación es ya una suposición primaria que inicia el proceso. Me parece que es altamente discutible, pues esa elaboración primaria se hace en base a hechos anteriormente observados, aunque la observación se produjese de forma fortuita. Podríamos embarcarnos así en una discusión inacabable parecida a la de los orígenes del huevo y la gallina.

En este sentido se apunta en el texto que los investigadores parten también de hipótesis y observaciones realizadas por otros autores, lo que convierte a esta actividad en algo colectivo, social, en un esfuerzo común por acercarnos cada vez más a la comprensión de la realidad. Obviamente este uso de materiales ajenos solo tendrá sentido si nosotros ya hemos iniciado una investigación propia, aunque ésta aun esté en su fase inicial. En caso contrario, si usamos la producción de otros para rellenar nuestro vacío de ideas, caeremos en el eclecticismo y en la incoherencia con rapidez. La consecuencia lógica de esto es la necesidad que tiene todo investigador de crear su aparato conceptual y explicativo propio.

Como conclusión de todo lo anterior podemos decir que de esta manera de trabajar surge una visión de la realidad que incluye hechos y relaciones de dos tipos: comprobados científicamente y deducidos lógicamente. Esta visión evoluciona a medida que los hechos y relaciones deducidos son comprobados y, o bien se confirman o bien se modifican. Se trata de un modelo que se adapta a los nuevos aportes y que busca adecuarse cada vez un poco más a la realidad y esas características son causa del método científico usado para producirla. Por eso, concluye el autor, en la ciencia lo esencial es el método.

viernes, 8 de enero de 2010

Lectura 3. Manuel Sacristán: “Qué es una concepción del mundo”, en F. Engels: Anti-Dühring.

El autor entiende por concepción del mundo una serie de principios o creencias subyacentes, inconscientes incluso, en el sujeto. Ellos se encuentran insertos en la cultura de la sociedad en que se vive y explican muchas reacciones y conductas inmediatas de los individuos. Las normas prácticas en vigor también serán coherentes con la concepción del mundo dominante, aunque dichas normas por si solas no nos permitan saber la concepción que yace tras ellas (ello se debe a su carga de ideología).

Sin embargo no es la relación entre sistema normativo y concepción del mundo la que ocupa al texto, sino la relación entre ésta y el conocimiento científico positivo.

La ciencia positiva ha ido conquistando uno tras otro la mayoría de los campos del saber tradicionalmente pertenecientes a los credos religiosos o a la filosofía apoyándose en dos características fundamentales: la intersubjetividad (todas las personas adecuadamente preparadas entienden una formulación de un mismo modo) y la capacidad de realizar previsiones con relativa exactitud. La filosofía, mediante su vertiente sistemática, pretendió durante algún tiempo transformar la concepción del mundo en un conocimiento positivo del mundo, en una ciencia real. El resultado según Engels fue “un aborto colosal”, principalmente a causa de que las cuestiones que tratan las concepciones del mundo (p.e. existencia de Dios, finitud del Universo, sentido de la vida, etc.) no son resolubles por los métodos decisorios positivos: la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo probabilística).

Sin embargo eso no quiere decir que el conocimiento positivo no favorezca más unas concepciones que otras. Una concepción acorde con el conocimiento científico estará al mismo tiempo por detrás (construyéndose al paso de la investigación) y por delante (guiando e inspirando) del mismo. Un científico que pretenda no estar sujeto a ninguna concepción corre el peligro de caer inadvertidamente bajo el influjo de la dominante en su sociedad.

Así pues, si la concepción marxista del mundo aspira a que la consciencia sea dueña de si misma, libre de factores idealizados y llegue a serlo por medio de acciones explícitas y no solo de actitudes idealistas pasivas, debe de sostenerse y fundamentarse en el conocimiento derivado de las ciencias reales. Engels rompe así con la idea de que existe un conocimiento aparte o superior al meramente científico. Más bien al contrario, incluye al pensamiento filosófico como una categoría del pensamiento científico.

La concepción marxista (o comunista) del mundo descansa en dos principios: materialismo y dialéctica (por ello también se la conoce como concepción materialista dialéctica del mundo). El materialismo se entiende como inmanentismo, es decir, las causas de un fenómeno deben buscarse en otros fenómenos, el mundo debe explicarse por si mismo y no por medio de entes ajenos o superiores. La ciencia positiva cumple con esta condición mediante su metodología analítico-reductiva, que permite prescindir de las peculiaridades cualitativas de cada caso concreto, centrándose en los factores que son comunes para buscar una explicación. Este aspecto reductivo puede ser muy extremo, llegando a perderse piezas importantes de información cualitativa.

Es ahí donde entra en juego el principio dialéctico del marxismo. La tarea de la dialéctica marxista es recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos de los que disponemos tras el análisis reductivo. Se trata de, estructurando de manera distinta los datos, entender no solo lo general sino también la situación concreta, las concreciones o totalidades concretas que, en último término, no son sino los individuos vivientes y las particulares formaciones históricas.